
«24 horas de infierno» en el campamento de personas con discapacidad en Deir al-Balah
Yousef Abu Harb, defensor de los derechos de las personas con discapacidad y cofundador del campamento inclusivo Basmat Amal en Deir al-Balah, no tenía idea de que esa mañana marcaría el comienzo de un nuevo capítulo de sufrimiento, uno que quedaría grabado en su memoria para siempre.
Antes de la advertencia israelí de una operación militar en Deir al-Balah, en el centro de Gaza, el campamento era el último recurso para decenas de familias unidas por la tragedia, pero sólo su fuerza de voluntad los mantuvo en pie.
Por todo el campamento, se ven hombres, mujeres y niños en sillas de ruedas, otros con dificultad para desplazarse con muletas, y algunos solo en camas o cargados a hombros. Hay quienes han perdido la audición y la vista, y otros que viven en su propio mundo debido a sus discapacidades mentales. Todos estos grupos han encontrado en el campamento un entorno relativamente seguro, donde todos comprenden sus necesidades.
Pero en una mañana sofocante, llegó la alerta militar: «Tienen 24 horas para abandonar la zona, es zona roja».
Yousef declaró a Palestine Online : «La noticia nos impactó como un rayo. No nos dieron tiempo suficiente, ni nos proporcionaron ningún medio de transporte ni alojamiento alternativo. No había ninguna organización internacional ni local de nuestro lado. Estábamos solos ante esta pesadilla».
Comenzó la cuenta regresiva. Los organizadores del campamento intentaban pensar con rapidez: ¿Cómo se podría evacuar a 90 familias, incluidas 120 personas con discapacidad, en un solo día? Algunas necesitarán varias personas para transportarlas, otras necesitarán equipo médico o dispositivos de asistencia, y cualquier retraso podría ponerlas en peligro inminente.
Escenas de caos
Youssef describe los momentos: «Corríamos de tienda en tienda, cargando sillas de ruedas, intentando estabilizar a los niños y cargando a los que no podían sentarse. Los caminos eran irregulares y sin asfaltar, y las ruedas estaban atascadas en la arena. Algunos caímos al suelo de cansancio, pero nos vimos obligados a levantarnos y continuar».
En una de las tiendas, una mujer de cincuenta años llamada Umm Fadi, paralizada de cintura para abajo, lloraba desconsoladamente: «¿Adónde iremos? Esta es nuestra casa… No puedo moverme sola».
Youssef intentó tranquilizarla mientras la ayudaba a subir a su silla de ruedas, pero sabía que el siguiente destino no era mejor.
Tras horas de esfuerzo, todos llegaron a un lugar alternativo temporal, pero lo que Youssef y sus compañeros encontraron fue impactante: «El suelo de tierra estaba lleno de agujeros, inapropiado para sillas de ruedas. Los baños no estaban equipados y el agua escaseaba. No había suficiente comida para tanta gente con discapacidad. Quienes necesitaban cuidados especiales se encontraban durmiendo en el suelo sin cama ni siquiera almohada».
Sufrimiento sin fin
Youssef afirma que las 24 horas concedidas nunca fueron suficientes; más bien, fueron una huida forzada en medio del caos y el peligro, dejando atrás todo lo que conocían: «El campamento estaba equipado lo mejor posible. Todos allí conocían su lugar y sus necesidades. Pero tras el desplazamiento, todos están perdidos, privados de sus necesidades más básicas, que son las mínimas a la sombra de una guerra de exterminio».
Las condiciones en el nuevo lugar no eran buenas: las enfermedades se propagaban debido a la falta de saneamiento adecuado, el agua contaminada causaba graves problemas de salud y los alimentos no se distribuían con regularidad. El aislamiento aumentó y el estrés psicológico afectó gravemente a todos.
“Veo hombres de cuarenta y cincuenta años llorando como bebés porque no pueden hacer sus necesidades con dignidad, y madres llorando porque sus hijos discapacitados se acuestan con hambre o se despiertan aterrorizados por el sonido de una concha lejana”.
Viaje de regreso
Después de que las fuerzas de ocupación concluyeron su operación militar, a los residentes del campamento se les permitió regresar, pero comenzaron una nueva prueba debido a la falta de recursos y las altas temperaturas, que los afectaron severamente.
Youssef señala que cuando huimos a la zona de Al-Zawaida, «dejamos las pertenencias del campamento, incluidas tiendas de campaña, baños y barriles de agua, pero cuando regresamos, nos robaron 30 tiendas de campaña hechas de lonas y madera, además de los baños equipados para personas con discapacidad, los barriles y todo el equipo».
Youssef aborda su mensaje con amargura: «Lo que nos ocurrió no es una evacuación, sino un desarraigo de la vida. No pedimos lo imposible, solo regresar a nuestro lugar de origen o brindar un entorno humano digno de seres humanos. Las personas con discapacidad no son números; son seres humanos con derechos, y lo que nos está sucediendo es un crimen que debe cesar».
En los ojos de Youssef se ve una mezcla de ira, tristeza y desesperación, pero detrás de su voz temblorosa hay una determinación de contar esta historia lo más lejos posible, en caso de que alguien en este mundo la escuche y responda.
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