jueves, 4 de diciembre de 2025


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Trabajadores. Propuesta laboral de Kast beneficia a los grandes empresarios

El programa laboral de José Antonio Kast apunta a abaratar el despido, flexibilizar hasta la precariedad y desmantelar la fiscalización, entregando más poder a los grandes grupos económicos en un país donde casi la mitad de los trabajadores depende de ellos.

Jueves 27 de noviembre | 07:22

Kast quiere un país sin derechos laborales: el sueño de la gran patronal.
El programa de José Antonio Kast no es “modernización laboral”. Es la revancha de los grandes grupos económicos contra millones de trabajadores. En un país donde casi la mitad del empleo formal (47,6%) está en manos de empresas gigantes, Kast ofrece el mejor regalo que podrían pedir: despido barato, flexibilidad total y una Dirección del Trabajo reducida a un buzón de reclamos.

Mientras el país discute sobre empleo, Kast intenta disfrazar un viejo proyecto patronal —flexibilización, indemnización a la baja y debilitamiento de la Dirección del Trabajo— como si fuera “modernización”. Pero los datos muestran que su plan apunta a lo mismo de siempre: reducir costos laborales y profundizar el modelo de precarización en beneficio de la gran empresa, que hoy concentra más empleos que en cualquier otro momento de la última década.

El Chile real: un país donde los grandes grupos económicos mandan

Los números son nítidos: en Chile casi la mitad de todo el empleo formal (47,6%) está en empresas de más de 200 trabajadores, su punto más alto desde 2012. Son cerca de 2,4 millones de personas, y solo las empresas de más de mil trabajadores acumulan el 27% del total de asalariados. A la vez, aunque el 88,8% de las empresas son micro y pequeñas empresas, sólo emplean al 30% de las y los trabajadores.

Es decir, la estructura del capitalismo chileno es profundamente concentrada, con gigantes empresariales que dominan el mercado laboral y que, además, pagan los mejores sueldos del país. Estas grandes empresas son precisamente las que más han impulsado los despidos por “necesidades de la empresa”, causal que este año aumentó un 18%, en un clima donde 2025 podría superar los peores registros de la pandemia.

Este es el terreno sobre el que Kast quiere construir su “flexibilidad”: más poder para quienes ya lo tienen todo, menos derechos para quienes solo tienen su trabajo para sobrevivir.

Indemnización a todo evento: la AFPización del despido

La joya del programa de Kast es la llamada indemnización a todo evento, publicitada como “libertad de acuerdo”. Pero no es otra cosa que un corralito individual, donde el trabajador financia su propio despido y el empleador reduce a cero su responsabilidad.

Kast dice que así se reducirá la “judicialización”. La realidad es que cuando un empleador despide aplicando de manera injustificada la “necesidad de la empresa” como fundamento para despedir a un trabajador hoy paga más. Con una cuenta individual, despida como despida, pagarán lo mismo: nada.

Se trata de un acuerdo profundamente desigual: en un país donde más del 47% del empleo formal está en grandes empresas, nadie puede creerse el cuento de una “negociación libre”. La gran empresa impondrá su modelo de contrato y millones de trabajadores quedarán sin la protección mínima que hoy otorga la ley.

Es la misma lógica que las AFP:
“Ahorre usted, asuma el riesgo usted, y si algo sale mal, arréglelas usted.”

Flexibilidad laboral: el sueño del gran empresariado

Kast afirma que medidas como las 40 horas, el salario mínimo o la Ley Karin deben ser “evaluadas”. Pero ya adelanta lo que se propone: retroceder derechos esenciales en nombre de la competitividad empresarial.

Entre las medidas que promueve están los contratos por hora, introducir jornadas ultra-flexibles definidas directamente con el empleador, trabajo remoto sin regulación clara y revisión de todas las normas que “encarecen la contratación”.

Nada de esto es nuevo: es el mismo recetario que los grandes empresarios vienen empujando desde los años 90. La flexibilidad no es una herramienta para “compatibilizar vida y trabajo”, sino para abaratar la mano de obra, fragmentar a la clase trabajadora y debilitar la organización sindical.

En un país donde las PYMES emplean sólo al 30% de la fuerza laboral y la gran empresa domina el mercado, esta “flexibilidad” será diseñada a la medida de los grandes grupos económicos.

“Desideologizar” la Dirección del Trabajo: Kast quiere una DT que no fiscalice

Kast acusa a la DT de haberse convertido en un “agente del activismo del Partido Comunista”. Pero lo que realmente propone es vaciarla, limitar su capacidad fiscalizadora y restringirla sólo a la higiene y seguridad.

Eso significa menos personal, menos fiscalización de jornadas, menos control de subcontratación, menos protección frente a despidos, menos defensa de derechos colectivos.

Todo esto en un país donde los despidos por “necesidad de la empresa” crecieron en el último año un 18%, alcanzando niveles de pandemia, y donde miles de trabajadores deben recurrir a tribunales para reclamar un porcentaje extra de las indemnizaciones legales.

Habla de “certeza jurídica”, pero esa certeza es para el empleador, como siempre.

Un programa para los dueños de Chile

Mientras los grandes conglomerados concentran casi la mitad del empleo formal, Kast les ofrece indemnizaciones más baratas, nuevas formas más precarias de flexibilidad laboral, menos fiscalización y desregulación para abaratar los costos laborales.

Todo envuelto en un discurso casi místico sobre “los empresarios como creadores de riqueza”, cuando la evidencia muestra que son las grandes empresas —las mismas que más despiden y más presionan por precarizar— las que realmente controlan el mercado laboral.

No es un programa para las PYMES, ni para “el Chile trabajador”, ni para las mujeres que enfrentan dobles jornadas, ni para la juventud precarizada. Es un programa para el empresariado que financia a la derecha, y que hoy ve en Kast la oportunidad de revertir las pocas conquistas laborales obtenidas en décadas.

La alternativa: organización y fuerza desde abajo

La fuerza para enfrentar estas propuestas tiene que venir desde abajo, desde los lugares de trabajo, desde los sindicatos, desde la articulación entre trabajadores y trabajadores precarizados, desde la unidad real de sectores que hoy están dispersos. Kast y quienes lo rodean ya definieron su camino: vienen por nuestros derechos.

Lo que está por verse es si la clase trabajadora permitirá que se los arrebaten. Para que este plan no avance, no basta con denunciarlo: hay que organizar desde ya la resistencia, coordinar fuerzas, romper el aislamiento y responder a estos ataques con movilización, con unidad y con la energía de todos los sectores que viven de su trabajo.

Porque frente a un proyecto que quiere reescribir las relaciones laborales al gusto del gran empresariado, solo la acción colectiva —en la calle, en los sindicatos y en cada lugar de trabajo— puede ponerles freno.




 

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