viernes, 1 de agosto de 2025


https://kaosenlared.net/brasil-bajo-presion-la-injerencia-de-washington-y-el-cerco-geopolitico-contra-la-soberania-regional/


Brasil bajo presión: la injerencia de Washington y el cerco geopolítico contra la soberanía regional

Siendo el país más grande y poblado de Sur América, Brasil ha cultivado, desde la transición democrática de 1985, un perfil de actor autónomo que aspira a liderar la integración sudamericana y a proyectarse como potencia global, siendo miembro fundador de los BRICS. Sin embargo, durante la última década se han acumulado evidencias de una intervención sistemática de Estados Unidos—política, diplomática y económica—destinada a modelar la política interna brasileña y contener su proyección regional.

Fig 1. Jefes de estado del Grupo BRICS, 2023

 

Una de las formas más evidentes de esta injerencia ha sido la manipulación de los procesos políticos internos. El caso paradigmático es el de la Operación Lava Jato, que si bien se presentó como una cruzada anticorrupción, terminó siendo un instrumento de desestabilización política. Filtraciones publicadas por The Intercept Brasil revelaron una estrecha colaboración entre fiscales brasileños y el Departamento de Justicia de EE. UU., con el objetivo de impedir el regreso del Partido de los Trabajadores al poder. La inhabilitación de Luiz Inácio Lula da Silva en 2018, en un proceso judicial plagado de irregularidades, allanó el camino para la llegada de Jair Bolsonaro, figura claramente alineada con la agenda estadounidense. La posterior incorporación del juez Sergio Moro al gabinete bolsonarista cerró el círculo, dejando claro que el proceso judicial tuvo también motivaciones políticas y estratégicas.

Este patrón de intervención se extiende al ámbito diplomático. La Organización de Estados Americanos, tradicionalmente presentada como un foro multilateral de defensa de la democracia, ha funcionado en muchos casos como un instrumento de presión de la Casa Blanca, robándole a Brasil su papel de líder natural de la región. Su actuación en la crisis boliviana de 2019, donde denunció sin fundamentos sólidos un supuesto fraude electoral que derivó en el derrocamiento de Evo Morales, dejó en evidencia su falta de neutralidad. En Brasil, el mismo patrón se intentó replicar: durante las elecciones de 2022, sectores afines a Bolsonaro promovieron la narrativa de fraude y convocaron a la OEA como garante externo. Aunque no lograron impedir el triunfo de Lula, sembraron dudas sobre el sistema electoral y contribuyeron a un clima de inestabilidad política. Lejos de actuar como mediadora imparcial, la OEA ha debilitado los esfuerzos por construir mecanismos propios de gobernanza regional, como la CELAC o UNASUR, y ha reforzado un orden hemisférico subordinado a los intereses de Washington.

Fig 2. Sergio Moro, juez de LavaJato y luego miembro del gabinete de Bolsonaro

 

A esto se suma la presión económica y tecnológica para limitar la autonomía de Brasil en materia de desarrollo y cooperación internacional. La disputa en torno al despliegue de la red 5G es ilustrativa: Estados Unidos amenazó con sanciones y ofreció financiamiento condicionado para excluir a Huawei del proceso, argumentando supuestos riesgos de seguridad nacional. Las empresas brasileñas protestaron por lo que consideraron una intromisión en su libertad de elección tecnológica, advirtiendo que una decisión motivada por razones geopolíticas podría retrasar el avance del país en materia de conectividad.

Esta estrategia de contención también se manifiesta en los intentos por bloquear el acercamiento de Brasil a China, en particular su posible ingreso a la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Funcionarios estadounidenses han lanzado advertencias públicas y promovido visitas de alto nivel, incluso de figuras militares, para disuadir a Brasil de fortalecer sus lazos con Pekín. En paralelo, se ha ejercido presión para frenar la participación brasileña en iniciativas de integración regional que contemplen una lógica más autónoma y menos dependiente de Washington, como el fortalecimiento del Mercosur, los corredores bioceánicos o los acuerdos de cooperación con México y otros países del sur global.

Por último, muy recientemente, Estados Unidos ha amenazado en imponer aranceles a Brasil, lo que constituye otro ejemplo de la presión que Washington ejerce para condicionar la política económica y exterior brasileña a sus intereses estratégicos. Este tipo de coerción comercial no es un fenómeno nuevo para la administración Trump (que caprichosamente amenaza con aranceles a aliados y rivales por igual), pero ha adquirido mayor visibilidad en el contexto del realineamiento geopolítico global y el acercamiento de Brasil a potencias como China y Rusia.

Aduciendo, la “persecución” judicial a Jair Bolsonaro (un más que probado golpista), Donald Trump ha firmado un decreto para elevar del 10 % al 50 % los aranceles sobre todas las importaciones brasileñas. El caso brasileño difiere de los demás decretos firmados en el marco de la guerra comercial con el resto del globo no sólo por lo insólito del número (50%), sino porque también, EE. UU. tuvo un superávit comercial de USD 6.8 mm en 2024 con Brasil.

La amenaza arancelaria, por tanto, no puede desvincularse del patrón más amplio de injerencia. Es parte de una arquitectura de presión que combina herramientas diplomáticas, judiciales y comerciales, cuyo fin último es mantener a Brasil dentro del perímetro de influencia de Estados Unidos, incluso a costa de su desarrollo industrial y su integración regional. La lógica es clara: cuanto más Brasil actúe como potencia soberana, mayor será el riesgo de represalia.

Fig 3. Trump firma decreto que impone aranceles a Brasil

 

Todo este panorama configura una estrategia de cerco multidimensional por parte de Estados Unidos, que apunta a limitar la capacidad de Brasil para actuar de forma soberana y para liderar procesos de integración en América Latina. Esta estrategia combina operaciones de lawfare, diplomacia coercitiva y presiones comerciales y tecnológicas, erosionando el margen de maniobra de Brasil en un mundo cada vez más multipolar.

La respuesta a esta situación no puede reducirse a gestos simbólicos. Requiere una defensa activa de las instituciones democráticas frente a la injerencia externa, una auditoría profunda de los mecanismos de cooperación judicial y un impulso decidido a los procesos de integración regional, con alianzas diversificadas que permitan reducir la dependencia estructural de Estados Unidos. Solo así Brasil podrá recuperar el control de su destino y contribuir a la construcción de una América Latina verdaderamente soberana y multipolar.

Por eso, destacamos la respuesta templada pero firme del presidente Lula, quien respondió a la reciente escalada afirmando que Brasil, no aceptará “control de ningún tipo” y la calificó como una intromisión política injustificada . Advirtió que Brasil impondrá aranceles recíprocos del 50 %, y estudia recurrir a la Organización Mundial del Comercio (OMC) y otras vías diplomáticas y legales. Vaya ejemplo de dignidad, cómo contrasta con el servil pacto aceptado por Europa.

Rodrigo Bernardo Ortega

 

FUENTES:

 

 

Compartir

 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Bienvenido a nuestra pagina informativa y gracias por su participacion .