jueves, 9 de octubre de 2025

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Francia. Estamos en el horno

La payasada había durado tres semanas… Macron nombró un Primer Ministro como de costumbre (por cojones) y la espera se hacía larga y tediosa para que este último formase un gobierno con arreglo a las disposiciones de la Constitución de la Vª República.

Pasándose los resultados de las elecciones al Parlamento europeo y las legislativas francesas –que perdió– por el entrepiernas, Macron se empeña en seguir gobernando a su antojo, o más bien en beneficio de sus mentores: he tenido el placer, el honor y la ventaja de nombrar a los poderes financieros.

La historia viene de atrás: cuando François Hollande –ex presidente no muy socialista pero tremendamente democrático– buscó congraciarse con el gran capital, siguió los consejos de uno de sus asesores, un tal Emmanuel Macron –ex compraventero del banco Rothschild– y creó el CICE, o sea el Crédito de Impuestos para la Creación de Empleo (enero 2013).

Gracias a este artilugio de la Ley de Finanzas, las grandes empresas beneficiaron de una reducción de impuestos y cotizaciones sociales por un total de 100 mil millones de euros, con el loable propósito de facilitar la inversión creando así nuevos puestos de trabajo.

El objetivo declarado era la creación de 100 mil empleos. No escapa a tu legendaria sagacidad que, de haberse logrado tal hazaña, cada puesto de trabajo hubiese costado la friolera de un millón de euros, el equivalente de 700 meses de salario mínimo (SMIC) –o sea 58 años de salario por cabeza– que en esa época estaba en € 1.430,22 mensuales.

Cuando recientemente una periodista le preguntó a François Hollande qué pensaba del informe emitido por el Instituto Nacional de Estadísticas (INSEE) que establece que el CICE no creó ningún empleo… el ex presidente le respondió en un lenguaje muy versallesco que podía metérselo donde le cupiese… (ce rapport, vous en ferez un bon usage…).

Luego… François Hollande se las arregló para hacer de Emmanuel Macron el candidato ganador a las elecciones presidenciales de mayo del 2017.

De pasada destruyó el PS francés y la credibilidad de lo que hasta ese entonces era conocido como “la izquierda” gala.

Macron, elegido como ‘el mal menor’ frente a la candidata neofascista Marine Le Pen, reunió lo que botó la ola de oportunistas y ambiciosos en busca de su destino para construir la alternativa a la derecha y a la izquierda, abriéndole la puerta a la era del “y al mismo tiempo” (sic), que se tradujo en seguir alimentando a los poderes financieros pretendiendo obrar en favor del país.

En el año 2022 volvieron a elegirle como el mal menor, a pesar de que ya era evidente que se trataba de un psicópata arrogante al servicio de los grandes capitales, de la destrucción de los servicios públicos, de la venta a precio de ganga de lo mejor de la industria francesa y otras proezas bien remuneradas. Montesquieu no creyó tan bien decir cuando aseguró “Los pueblos tienen los gobiernos que se merecen”…

Desde el año 2017 a la fecha, Macron y sus gobiernos se las arreglaron para sobre-endeudar el país mediante un recurso extremadamente sencillo: en los presupuestos del Estado se mantuvo el mismo nivel de gasto público (57% del PIB), que sigue siendo la proporción en este año 2025 (57% del PIB).

La diferencia está en la recaudación impositiva, que disminuyó para aumentar la rentabilidad de los grandes capitales: en el año 2017 la recaudación impositiva representaba un 54% del PIB, definiendo así un déficit presupuestario del 3% del PIB de acuerdo a los Acuerdos de Maastricht y las reglas de la Unión Europea.

En este año 2025, la recaudación impositiva representa sólo un 51% del PIB, ampliando el déficit presupuestario anual a un 6% del PIB y por vía de consecuencia la deuda pública que ya supera el 115% del PIB.

Como es sabido, la deuda pública es un negocio… y hay quienes aprovechan ese negocio junto a quienes crean la deuda: la degradación de las cuentas públicas es utilizada para justificar la privatización de las riquezas nacionales.

Jean Roux, Comisario de Cuentas, analizó todas las privatizaciones desde el año 1983 en adelante, y descubrió que todos los activos públicos fueron cedidos a menos del 60% de su valor real.

¿No es lindo el libre mercado?

Macron no hizo sino acelerar el movimiento. Eliminar miles y miles de lechos en los hospitales públicos (15 mil para ser precisos), dejar la Educación Pública sin profesores y/o pagándoles tan mal que se ven forzados a dimitir… es lo que se puede llamar el recurso del método. Así se crea artificialmente un enorme mercado de servicios privados…

La progresión de los ingresos de los ricos bate todos los récords. Según el World Inequality Database el 1% más rico captaba un 7,7 % del conjunto de los ingresos antes de impuesto a principios de los años 1980. En el año 2022 la parte de los ricos había aumentado al 12,7 % del total de ingresos… ¡un crecimiento del 65%!

Para muestra un botón (o una gota de perfume…): la familia de Bernard Arnault, dueña del grupo de productos de lujo LVMH, posee un patrimonio igual a 203 mil millones de euros…

La parte de las 500 más grandes fortunas profesionales se multiplicó por 10 en 20 años.

Representaba 124 mil millones de euros en el año 2003, y en el año 2023 sumaba 1,170 billones de euros según la revista financiera Challenges.

Como lo pone el comentario: “Los propietarios de los grandes grupos franceses acumularon inmensas fortunas y un poder económico gigantesco”. No sólo económico: también financiero y político: ellos deciden quienes dirigen el país.

(Informe sobre los ricos en Francia, edición 2024. Bajo la dirección de Anne Brunner y Louis Maurin, edición del Observatorio de las Desigualdades, junio 2024).

Según los informes del ya mencionado Instituto Nacional de Estadísticas (INSEE) los ingresos del patrimonio progresan mucho más que los ingresos salariales u otros: un aumento del 7,3 % en el año 2022 y del 15,5 % en 2023, o sea tres veces más que la progresión de los ingresos de actividad (trabajo, producción, etc.).

En un estudio publicado en diciembre pasado, el INSEE estimaba que los dividendos habían aumentado en un 10% en el 2022 y otro tanto en el 2023. Pero estos ingresos pagados a los propietarios de acciones conciernen sólo a una pequeña fracción de la población: 96% de los dividendos son atribuidos a sólo el 1% del conjunto de hogares fiscales según France Stratégie (datos 2021).

Si a todo eso le sumas que Macron eliminó el impuesto a las grandes fortunas…

La masa de ciudadanos afectados por el burdel generado por Emmanuel Macron crece día a día: agricultores, pequeños empresarios (este año ya han quebrado más de 69 mil PME, pequeñas y medianas empresas), asalariados del sector privado, trabajadores del sector público, trabajadores de la Salud y la Educación, etc. etc.

Confrontado al desastre generado por él mismo, Emmanuel Macron decidió –sin consultar con nadie– disolver la Asamblea Nacional en junio del año pasado. Las legislativas arrojaron un resultado aún peor para su murga de mutantes de derecha y de izquierda.

Aún cuando ningún sector obtuvo mayoría absoluta, la coalición de izquierda NFP –por Nuevo Frente Popular–, encabezó los resultados.

De acuerdo a las instituciones legadas por Charles de Gaulle, Emmanuel Macron tenía dos posibilidades: dimitir o bien nombrar un gobierno del NFP.

No hizo ni lo uno ni lo otro, y se empecinó en concentrar todos los poderes, abusando de la legislación por decreto (Art. 49-3 de la Constitución), o sea anulando de hecho las funciones del Parlamento.

Si en su primer periodo Emmanuel Macron usó tres gobiernos, en el segundo periodo en curso ya ha
quemado cinco, un récord, y fabricado una profunda crisis política y social de la que no saldrá indemne.

El último Primer Ministro –Sébastian Lecornu, un incondicional a las órdenes–, ni siquiera llegó a formar gobierno: apenas nombró a los primeros ministros (una recua de zombis reciclados) y su propia coalición (el “zócalo común”) se deshizo. Visto lo cual, el gobierno tentativo existió menos de 12 horas.

¿Y ahora qué?

La mayor parte de los partidos políticos estima que el problema es el propio Emmanuel Macron y por lo tanto debiese dimitir, como hizo Charles de Gaulle, permitiéndole a la ciudadanía decidir democráticamente de un nuevo mandatario.

Otros se inclinan por una nueva disolución de la Asamblea Nacional y por consiguiente por nuevas elecciones legislativas.

Sin embargo, la incógnita es Emmanuel Macron: este engendro ha mostrado hasta ahora que sus únicas preocupaciones tienen que ver con los poderes financieros que lo pusieron donde está, y con la imagen que le devuelve el espejo cuando se mira y pregunta: “Espejito, espejito… sigo siendo la más… perdón, el más bello?”

Imagen, Pixabay

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