
Adoctrinar en el capitalismo: aprender a ser emprendedor-explotador
Enrique-Javier Díez-Gutiérrez
El sistema (incluido el educativo) nos ha enseñado bien la lección. Con la introducción de la competencia del «emprendimiento» en todo el sistema educativo (impulsada por el Partido Popular en su legislación educativa y asumida por el Partido Socialista en todas las legislaciones educativas que ha establecido) se está formando a las futuras generaciones en habilidades y estrategias para explotar a los demás, vivir a costa de los otros y exhibirse ufanamente de ello.
Un ejemplo de este adoctrinamiento es el titular, muy comentado en las redes sociales, de una «joven emprendedora» que declaraba: «Tengo 26 años y no necesito pensión. Mi imperio inmobiliario español financiará mi jubilación».
Lo cierto es que, como analizaba X Spanish Revolution, este titular, aunque se presente en la prensa económica del capitalismo como una «historia de éxito», realmente es un espejo terrible del fracaso colectivo, social y del propio sistema educativo. Una persona que se enorgullece y proclama haber encontrado la manera más rentable de explotar a sus semejantes: extraer rentas de una necesidad básica de otros, el derecho a un hogar, a una vivienda digna. Especialmente en el actual contexto donde hay gente expulsada de sus barrios por alquileres y precios de viviendas imposibles, jóvenes viviendo en pisos compartidos de 12m², familias hipotecadas hasta los setenta años y una generación que no podrá ahorrar nunca para su propia jubilación.
Cuando pregunto a mi alumnado universitario quién construye la riqueza de este país, me responden de forma casi unánime: «los emprendedores», asimilando a su vez que los emprendedores son empresarios (empresarios de sí mismos). La colonización neoliberal del sentido común es tan constante y uniforme que acaban considerando que «sin empresarios el mundo no funcionaría». Aunque la única verdad irrefutable es que «sin trabajadores y trabajadoras el mundo no funcionaría». Cómo se organicen para ello puede adoptar múltiples formas (y una de las que menos son capaces de pensar es la cooperación). Y la organización capitalista, es decir, que unos pocos (quienes controlan las empresas) exploten y se enriquezcan a costa del trabajo de los demás, no parece que sea la mejor forma, ni la más justa, ni la más humana.
Esta visión del mundo que refleja mi alumnado es un síntoma del adoctrinamiento en el que están siendo socializadas las nuevas generaciones y al que la escuela está contribuyendo cada vez más, dejando en un segundo término enseñarles a tener capacidad de análisis crítico y pensamiento autónomo frente al capitalismo y la explotación del ser humano por el ser humano. De tal forma que la ideología neoliberal se ha convertido en el pensamiento único que ya no necesita ni siquiera justificación o argumentación para su defensa.
No tenemos más que asistir a cualquier conversación en la calle y constataremos que la mayoría de la población cree en el mercado como mecanismo más eficiente (¡casi único!) de organización de la economía; cree en la «ley de la oferta y la demanda» como forma de ordenamiento social; en el carácter sagrado de la propiedad privada; en que el Estado es un aparato lento y burocrático que carga con impuestos que lastran el despegue económico; que tiene que reducirse al mínimo y no intervenir en la economía más que para respaldar a los agentes privados y rescatarlos en caso de crisis. Como dice Susan George, parece como si «declararse en contra del libre mercado ahora fuera como declararse contra la maternidad» (George, 2001, 229).
Frente a la realidad sangrante y diaria del saqueo económico y ecológico que vive el planeta, y de la que somos conscientes de una forma u otra, esta «guerra ideológica» en la que estamos inmersos parece silenciada y oculta. Una labor de adoctrinamiento sutil en una ideología que se impone como una evidencia que parece indiscutible. La economía se ha convertido en teología, un «régimen de verdad» dogmático que solo admite una fe inquebrantable en su doctrina.
Es lo que ahora denominan «la batalla por la narrativa»: construir un «sentido común» de cosmovisiones compartidas que conformen el inconsciente colectivo. La disputa por el poder actualmente se da en un nuevo frente: nuestras mentes. Una guerra cognitiva y cultural desatada por el capitalismo neoliberal para instalar su ideología como condición natural y única. Colonizando nuestro «sentido común», aplicando lo que ya Gramsci (1981) advertía: si controlan nuestra mente, el corazón y las manos también serán suyos. Pasado el tiempo de conquista por la fuerza, llega el control a través de la persuasión. La «McDonalización» (Ritzer, 1996) es, además, más profunda y duradera cuando el dominado es inconsciente de serlo.
Es como la parábola de la rana hervida: «Si ponemos una rana en una olla de agua hirviendo, inmediatamente saltará de la olla intentando salir. Pero si ponemos la rana en agua a temperatura ambiente, y no la asustamos, se queda tranquila. Cuando la temperatura se eleva de 21 a 26 grados, la rana no hace nada, e incluso parece pasarlo bien. A medida que la temperatura aumenta, la rana está cada vez más aturdida, y finalmente no está en condiciones de salir de la olla. Aunque nada se lo impide, la rana se queda allí y termina cocinándose».
Es hasta ingenuo preguntarse «quién enseñó» estos contenidos. En verdad, podríamos decir que no los enseñó nadie (en el sentido fuerte de una acción pedagógica formal e institucionalizada) y, sin embargo, han sido asumidos por la mayoría. Porque «lo social» se educa a través de la socialización cotidiana en la vida, en el trabajo, en la escuela, en la posición que se ocupa, en los medios de comunicación. Sobre todo si no se establecen mecanismos de análisis crítico.
Se ha convertido así una ideología en una doctrina, lo cual refuerza la inculcación al racionalizarla, al convertirla en un conjunto sistemático de mantras, de frases hechas, repetidas insistentemente hasta configurarla como la única realidad plausible. «En esta era de la globalización, el capitalismo, el consumismo, el militarismo y la asunción de la superioridad occidental son una forma de fundamentalismo tan poderosa como cualquier religión» (Wrigley, 2007, 141).
La ideología neoliberal se ha convertido como el agua para el pez. De la misma forma que un pez, en una fábula animada, no se percataría de vivir inmerso en un ambiente diferente al resto de las especies, los seres humanos tampoco solemos caer en la cuenta de que vivimos sumergidos en el modelo capitalista del que somos parte y en el que nos hemos ido socializando y que ha ido construyendo nuestra forma de pensar y comprender la realidad que nos rodea.
A través de los medios de comunicación, que destacan idénticas informaciones y ocultan otras; mediante los discursos políticos y publicitarios reiterados, las normas y costumbres en que nos socializamos y que nos presionan a asimilar un determinado modelo de consumo, de expectativas, deseos y esperanzas; a través de los contenidos y las enseñanzas que se nos transmiten en la educación formal, desde infantil a la universidad, para enseñarnos a competir, «emprender» o asumir el mercado como forma de relación entre la especie; o TikTok, YouTube, los videojuegos y las películas made in Hollywood y Netflix, que muestran una visión muy concreta de quiénes son los héroes y los villanos, dónde está el bien y dónde el mal, quiénes son «los nuestros» y cuáles son los enemigos.
Todo nuestro entorno social y educativo contribuye a crear, mantener, justificar y sostener este pensamiento único. Los disidentes, los «divergentes», no dejan de ser minorías periféricas, consideradas exaltadas, denominadas radicales antisistema, pero que el sistema es capaz de integrar en su seno como «contestación», mientras no afecte, por supuesto, a los núcleos centrales del modelo.
Esta batalla por la hegemonía ideológica que normaliza el neoliberalismo y justifica el saqueo capitalista tiene su campo de batalla fundamental en la educación. Es en la educación y en la socialización donde se libra también esta lucha estratégica y esencial, y es aquí donde también se han de concentrar fuerzas, especialmente desde el campo de la educación crítica.
Lo sorprendente es que las instituciones educativas se han declarado al margen de toda esta socialización, proclamando una «falsa neutralidad» que hoy en día se ha revelado imposible. Lo cierto es que de forma global y casi unánime el currículo educativo, la organización escolar y las políticas educativas en todo el mundo construyen una red en sintonía con la ideología neoliberal imperante.
Un ejemplo clave de ello es el emprendimiento educativo, «competencia» estrella que se ha introducido en todos los sistemas educativos como un elemento transversal y central de la educación de las nuevas generaciones. El emprendimiento no solo educa y forma en las reglas del capitalismo, como si fuera la única posibilidad de configuración social y económica de las relaciones humanas y de la sociedad, sino que está construyendo un nuevo tipo de persona: el «sujeto neoliberal» formado en la pedagogía del egoísmo y la ideología del mérito personal, que alienta el individualismo competitivo y culpabiliza al pobre de su pobreza, convirtiendo a la propia víctima en culpable de su situación. Desligándose de cualquier responsabilidad colectiva y sentido de solidaridad en un proyecto de «bien común» compartido por la humanidad.
La pregunta que nos hacemos: ¿es en esta teología neoliberal, en esta cultura del emprendedor, del que aprende a aprovechar las oportunidades que le ofrece el mercado para explotar a los otros, en la que queremos formar a las futuras generaciones?; ¿no tendríamos que erradicar el emprendimiento del sistema educativo?
Referencias:
George, Susan (2001). Informe Lugano. Icaria-Intermón Oxfam.
Gramsci, Antonio (1981). Cuadernos de la cárcel (vol. 2). Era.
Ritzer, George (1996). La McDonalización de la sociedad. Un análisis de la racionalización en la vida cotidiana. Ariel.
Wrigley, Terry (2007). Escuelas para la esperanza. Una nueva agenda hacia la renovación. Morata.
* Se puede leer más sobre ello en el libro de reciente aparición: Díez-Gutiérrez, Enrique-Javier (2025). Emprendimiento o emprendedurismo educativo. Educar en las reglas del capitalismo: la nueva guerra cognitiva neoliberal en educación, Buenos Aires, Miño y Dávila.
Adoctrinar en el capitalismo: aprender a ser emprendedor-explotador
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