domingo, 6 de julio de 2025



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Publicada: domingo, 6 de julio de 2025 16:48

El ritual del Muharram en Irán, tradicionalmente interpretado en Occidente como una ceremonia estrictamente religiosa, encierra en realidad una dimensión mucho más profunda y compleja.

No se trata simplemente de una conmemoración espiritual, sino de un acto onto-político que articula identidad, memoria histórica y resistencia. Para comprender plenamente esta dimensión, es imprescindible problematizar la categoría misma de “religión” —entendida como una construcción moderna y colonial— y reconocer que el Muharram se inscribe en un discurso que trasciende las fronteras convencionales entre nacionalismo secular y república islámica, dando forma a un proyecto común de soberanía y autonomía.

La religión como categoría colonial: perspectivas críticas

En los estudios contemporáneos sobre religión y política, autores como Talal Asad, Saba Mahmood, Gil Anidjar y Jasbir Puar han cuestionado la noción de religión como una esfera autónoma, universal y separada de lo político. Asad, en particular, ha argumentado que el concepto de “religión” es una invención europea moderna, impuesta sobre otras tradiciones como una forma de fragmentación epistemológica y disciplinaria. Este proceso ha servido para despolitizar ciertas prácticas y reducirlas a un ámbito íntimo o privado, desprovisto de agencia colectiva.

Saba Mahmood amplía esta crítica al mostrar cómo las prácticas religiosas pueden ser formas complejas de agencia ética y política, que no necesariamente se expresan en términos liberales ni seculares. Gil Anidjar, por su parte, señala que la división entre “religión” y “secularismo” es parte del dispositivo cristiano-moderno de gobierno, mientras que Jasbir Puar ha mostrado cómo la categoría de religión ha sido instrumentalizada para legitimar tanto la dominación colonial como las jerarquías nacionales en los Estados postcoloniales.

Desde estas perspectivas, el Muharram no debe leerse como una mera práctica religiosa, sino como una forma de ontología política: una manera de ser-en-el-mundo que moviliza afectos, cuerpos, memorias y símbolos en una praxis de resistencia y soberanía.

Muharram como recordatorio onto-político

El Muharram conmemora el martirio del Imam Husein en Karbalá, un acontecimiento que simboliza la lucha incesante entre justicia y tiranía, entre el oprimido y el opresor. Lejos de tratarse de un relato exclusivamente devocional, el paradigma de Karbala constituye una narrativa fundacional para la memoria colectiva iraní. Funciona como un marco ontológico en el que se inscribe la identidad política del pueblo, dotando de sentido a su historia de resistencia frente a múltiples formas de opresión.

Cada año, el ritual del Muharram reactualiza este paradigma: no como una repetición ritualista, sino como una renovación simbólica de la lucha contra la injusticia. La performatividad del duelo, los cantos elegíacos, las procesiones y las reuniones colectivas proyectan un horizonte común de dignidad, soberanía y sacrificio. El pasado se inscribe en el presente como una continuidad histórica viva, que legitima la resistencia actual y la proyecta hacia el futuro.

Nacionalismo y república islámica: falsas oposiciones, convergencias reales

En el contexto iraní, el Muharram cumple además una función central como espacio de cohesión nacional. No obstante, esta unidad no puede entenderse como un simple punto de encuentro entre dos polos —el nacionalismo y el islamismo— sino como una articulación más profunda en la que ambas tradiciones se encuentran, se disputan y se entrelazan en torno a un mismo objetivo: la defensa de la soberanía iraní.

La presunta oposición entre nacionalismo e islamismo ha sido, en gran medida, una construcción ideológica, útil en ciertos momentos históricos, pero incapaz de reflejar la complejidad del campo político iraní. Tanto el nacionalismo cultural como el islamismo revolucionario comparten una misma matriz de lucha contra la injerencia extranjera, el colonialismo y la desposesión. En el Muharram, esta convergencia se expresa en un lenguaje simbólico común que integra lo religioso, lo histórico y lo político.

Durante la monarquía pahlaví, por ejemplo, el nacionalismo fue instrumentalizado por el régimen como herramienta para legitimar su poder, a menudo en detrimento del Islam chií como fuente de legitimidad popular. Sin embargo, tras la Revolución Islámica de 1979, y especialmente durante la guerra impuesta de ocho años entre Irán e Irak, la religión recobró un papel central. La narrativa de Karbalá proporcionó un marco ético y afectivo que dio sentido a la defensa de la patria. La guerra se interpretó como una continuación de la lucha del Imam Husein, y el uso de símbolos religiosos no solo fue aceptado, sino reivindicado por combatientes y ciudadanos por igual.

Muharram 2025: entre la memoria y la actualidad

El Muharram de 2025 adquiere una dimensión especial tras la reciente guerra de 12 días entre Irán e Israel. Este conflicto, percibido por amplios sectores de la población como una agresión externa, ha generado un momento inusitado de cohesión nacional. Las movilizaciones masivas durante Muharram no han sido simples actos devocionales, sino expresiones políticas cargadas de simbolismo, en las que se han reafirmado la unidad, la soberanía y la dignidad nacional.

Las ceremonias de duelo, los discursos y las manifestaciones populares han proyectado una narrativa de continuidad histórica: de Karbala a Qods, del Imam Huséin a los mártires contemporáneos. El pueblo iraní no solo conmemora un pasado sagrado, sino que lo reactualiza como práctica política frente a las agresiones contemporáneas. El Muharram se convierte, así, en un espacio de articulación entre memoria, resistencia y acción.

Conclusión: Muharram como praxis de soberanía

El Muharram en Irán no puede entenderse bajo la lente reduccionista de la religión como categoría moderna. Es, más bien, un ritual onto-político que encarna una forma particular de ser y resistir, una práctica colectiva que articula memoria, afecto, identidad y soberanía. En contextos de agresión externa, como el reciente conflicto con Israel, el Muharram actúa como catalizador de la unidad nacional, reforzando la coherencia interna de un pueblo que ha sabido combinar su islamismo con un proyecto político emancipador.

Más allá de las aparentes tensiones entre nacionalismo y república islámica, el ritual se convierte en espacio de convergencia y afirmación. La historia y la teología, la cultura y la política, se encuentran en una praxis común de defensa de la autonomía. Así, el Muharram no es solo una conmemoración, sino un acto de soberanía en sí mismo: una declaración de que Irán no se arrodilla, que su memoria está viva y que su futuro será decidido por su propio pueblo.

Comprender esta dimensión es clave para entender no solo la especificidad del Islam chií en Irán, sino también las formas no occidentales de articulación entre lo religioso y lo político. El Muharram, en última instancia, es la expresión viva de una nación que resiste desde su memoria y se afirma desde su fe.

Por Xavier Villar



 

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