domingo, 31 de agosto de 2025


https://www.hispantv.com/noticias/opinion/620653/eeuu-puso-fin--guerra-larga-afganisran


Publicada: domingo, 31 de agosto de 2025 21:02

EE.UU. puso fin a su guerra más larga en Afganistán tras 20 años, $2 billones y una nación devastada, con la humillante retirada ante el avance talibán.

Por el equipo del sitio web Press TV

Hace exactamente cuatro años, el último soldado estadounidense apareció visiblemente agotado en una fotografía tomada con visión nocturna mientras daba pasos lentos y medidos para abordar el avión militar de Estados Unidos, cerrando así el telón de una desastrosa aventura militar de 20 años en Afganistán.

La imagen, teñida de verde, se convirtió en un emblema del fracaso y la rendición estadounidense en la guerra más larga del país, cuando los talibanes regresaron para derrocar al gobierno apoyado por Estados Unidos y derrotar a las fuerzas de la coalición liderada por Washington.

Tras dos décadas de un costoso y fútil compromiso militar, Estados Unidos se retiró de Afganistán, conocido como el “cementerio de imperios”, dejando atrás un país devastado por la guerra.

Esto fue un recordatorio de que las invasiones militares en el extranjero han sido una característica definitoria de la estrategia exterior estadounidense desde finales de los años 40. Desde Vietnam, Guatemala, El Salvador, Panamá y Cuba, hasta Nicaragua, Congo, Haití, Granada, Grecia, Camboya, Irak, Siria, Yemen y Afganistán, las fuerzas estadounidenses han dejado destrucción prácticamente en todas las regiones donde intervinieron.

El destacado intelectual político estadounidense Noam Chomsky lo resumió en su libro Western State Terrorism: “El principio rector, al parecer, es que EE.UU. es un Estado terrorista fuera de la ley y esto es correcto y justo, sin importar lo que piense el mundo ni lo que declaren las instituciones internacionales”.

La desastrosa mala gestión de Washington en Afganistán no era un secreto. Sin embargo, regresar tras 20 años de carnicería para afirmar que la crisis no tenía “solución militar” fue un insulto al sentido común.

Orígenes de la guerra más larga

Para comprender el fracaso estrepitoso de Estados Unidos, es necesario remontarse a las consecuencias de los ataques del 11 de septiembre de 2001 en suelo estadounidense. A pocas semanas de los atentados, la administración de George Bush lanzó lo que denominó la “guerra contra el terror”. Afganistán, gobernado por los talibanes en ese momento, se convirtió en el primer campo de batalla.

El 7 de octubre de 2001, jets y misiles estadounidenses comenzaron a caer sobre suelo afgano. El entonces secretario de Defensa de EE.UU. Donald Rumsfeld anunció que el objetivo era erradicar los refugios de los talibanes y Al-Qaeda, mientras el presidente George W. Bush prometía “aplastarlos”.

Dos décadas después, fue Estados Unidos quien salió humillado, mientras los talibanes protagonizaban un regreso sorprendente.

Irónicamente, informes indican que los talibanes ofrecieron entregar a Osama bin Laden —acusado de ser el cerebro del 11-S— a un país neutral para ser juzgado, incluso abandonando su exigencia inicial de pruebas de culpabilidad. La administración Bush rechazó esta oferta, optando por desencadenar bombardeos aéreos.

La ironía era aún mayor: Bin Laden era un ciudadano saudí, anteriormente respaldado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) de EE.UU. como combatiente contra los soviéticos en los años 80. Los secuestradores del 11-S también eran saudíes, ciudadanos de un estrecho aliado de Estados Unidos.

El periodista Anand Gopal, autor de No Good Men Among the Living, recordó en una entrevista de 2015 que los líderes talibanes intentaron rendirse en los primeros días de la invasión.

Pero la postura estadounidense fue inflexible: como declaró Bush, “estás con nosotros o estás contra nosotros”.

Algunos relatos sugieren que los talibanes escribieron al entonces presidente Hamid Karzai, ofreciendo desarmarse y aceptar su autoridad. Su intento fue frustrado por Gul Agha Sherzai, un poderoso líder tribal y favorito de Estados Unidos.

Muchos combatientes talibanes fueron en cambio encarcelados y torturados por la agencia de inteligencia afgana respaldada por la CIA, y algunos terminaron en Guantánamo.

Ocupación y brutalidad

La preferencia de Washington por la agresión no provocada sobre el diálogo, nuevamente evidente en recientes contextos como el de Irán, se hizo patente desde el principio. Los llamados a soluciones pacíficas fueron ignorados mientras los líderes estadounidenses y sus aliados afganos apostaban por la guerra a cualquier costo.

Con el paso de los años, las campañas estadounidenses de “contraterrorismo” trajeron consigo violaciones atroces de derechos humanos, incluyendo ataques con drones que destruían hogares civiles, ejecuciones sumarias durante redadas nocturnas, arrestos arbitrarios, torturas en custodia y el patrocinio de señores de la guerra y comandantes de milicias.

Los bombardeos aéreos se convirtieron en la manifestación más visible del complejo militar-industrial estadounidense en Afganistán.

Apenas dos meses después de iniciada la guerra, el 23 de diciembre de 2001, un bombardeo estadounidense mató a 65 ancianos tribales que se dirigían a la inauguración de Karzai. Funcionarios estadounidenses afirmaron que se trataba de combatientes de Al-Qaeda, pero la evidencia sugirió lo contrario.

Este fue solo el primero de una larga serie de atrocidades sancionadas por el Estado, rutinariamente encubiertas por funcionarios estadounidenses y sus aliados afganos.

Crímenes de guerra estadounidenses en Afganistán

En agosto de 2008, casi 90 civiles —la mayoría niños— murieron en el oeste de Afganistán. La ONU confirmó que casas enteras fueron destruidas. Nadie fue sancionado.

En mayo de 2009, alrededor de 150 civiles fueron masacrados en la provincia occidental de Farah, algunos hechos pedazos “irreconocibles”. The New York Times observó que tales ataques alejaron a muchos afganos tanto del gobierno como de las tropas extranjeras. De nuevo, no hubo rendición de cuentas.

En septiembre de 2015, un avión estadounidense bombardeó un hospital en el norte de Kunduz operado por Médicos Sin Fronteras, matando a 42 pacientes y personal. Nuevamente, sin consecuencias.

Durante la presidencia de Donald Trump, la violencia sancionada por el Estado se intensificó. Se eliminaron las restricciones para atacar áreas residenciales, otorgando licencia para matar.

Las bajas civiles se dispararon, con estimaciones conservadoras que indican que casi 1600 civiles —el 40 % de ellos niños— murieron por ataques estadounidenses entre 2016 y 2020. Estas cifras incluso superaron las bajas causadas por los talibanes y Daesh.

Cualquier intento de buscar justicia fue bloqueado. Los esfuerzos de la Corte Penal Internacional (CPI) para investigar crímenes de guerra estadounidenses fueron rápidamente rechazados por Washington.

Mientras tanto, la dependencia estadounidense de despiadados señores de la guerra profundizó el caos. Figuras como Gul Agha Sherzai, Abdul Rashid Dostum, Asadullah Khalid y otros cometieron abusos generalizados bajo el patrocinio estadounidense. Su brutalidad minó la gobernabilidad, alimentó la inseguridad y fortaleció el reclutamiento talibán.

El desenlace

En julio de 2021, el presidente Joe Biden anunció que la misión militar estadounidense terminaría el 31 de agosto, antes de la fecha límite inicial del 11 de septiembre.

“La velocidad es seguridad”, declaró. “No fuimos a Afganistán para construir naciones”, añadió, insistiendo en que los líderes afganos deben asumir el control de su propio futuro.

Pero Washington ya había socavado Kabul. En febrero de 2020, la administración Trump ignoró por completo al gobierno afgano, firmando un acuerdo secreto con los talibanes. Este pacto otorgó a Estados Unidos un paso seguro mientras fortalecía a la oposición, marginando cualquier negociación de paz real.

A mediados de 2021, la retirada estaba completada en más de un 90 %. Las fuerzas estadounidenses incluso abandonaron la vasta base aérea de Bagram, hogar de casi 100 000 tropas de EE.UU. y la Organización del Tratado de Atlántico Norte (OTAN).

Se necesitaron 20 años, billones de dólares y un sinfín de vidas para que Washington admitiera lo que fue obvio desde el principio: la guerra era imposible de ganar. Como Chomsky señaló años atrás, Estados Unidos debe inmensas reparaciones al pueblo afgano por la destrucción causada.

Una larga historia de resistencia

Afganistán ha humillado durante siglos a los ejércitos más poderosos del mundo. Desde Alejandro Magno en el siglo III a.C. hasta los estadounidenses en el siglo XXI, las potencias extranjeras han enfrentado repetidas derrotas en este territorio.

Muchos han intentado conquistar sus tierras ricas en minerales, pero la geografía, la feroz resistencia tribal y el clima riguroso se han combinado para rechazarlos.

La primera guerra anglo-afgana (1839–1842) terminó en catástrofe cuando miles de soldados y civiles británicos fueron aniquilados en Gandamak. La segunda guerra (1878–1880) obligó a los británicos a retirarse tras sufrir severas pérdidas, dejando a los afganos con autonomía interna. La tercera guerra en 1919, liderada por Amanullah Khan, resultó en la independencia completa y consolidó la reputación de Afganistán como un país inconquistable.

En 1979, la Unión Soviética invadió para sostener un régimen títere. Cerca de 100 000 soldados fueron desplegados, enfrentando una insurgencia feroz apoyada por Occidente. Nueve años brutales dejaron más de un millón de civiles muertos, 90 000 combatientes fallecidos, 18 000 soldados afganos y 14 000 soviéticos muertos.

En 1989, los soviéticos se retiraron y el imperio colapsó poco después. Gorbachev calificó la invasión como un “error político”.

Desde 2001, Washington llegó bajo el pretexto de erradicar el terrorismo y remodelar Afganistán. Pero después de dos décadas, más de 2 billones de dólares invertidos y decenas de miles de vidas perdidas, se vio obligado a partir en derrota y humillación, al igual que sus predecesores.

La guerra estadounidense en Afganistán es hoy considerada uno de los mayores errores estratégicos del último siglo. Tras veinte años de ocupación, EE.UU. se retiró sin nada que mostrar salvo destrucción, un resurgimiento talibán y un país destrozado.

Después de la desastrosa retirada, las autoridades estadounidenses congelaron apresuradamente los activos pertenecientes al pueblo afgano y reimpusieron sanciones paralizantes que han hundido la economía y agravado el sufrimiento de la población.


Texto recogido de un artículo publicado en PressTV.


 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Bienvenido a nuestra pagina informativa y gracias por su participacion .