
Vuelta ciclista en Salamanca: «No os asombréis si gritamos, estamos muy indignadas»
Guijuelo – Salamanca
Viernes 12 de septiembre
17:15 h.
(acude con tiempo pues cortan las carreteras)
Estamos muy indignadas
Si escribimos por las paredes, no os extrañéis. ¿Es que no veis lo que está pasando en Gaza?
Si nos embarcamos y cruzamos el Mediterráneo, aun a riesgo de nuestra vida, no os desconcertéis, estamos muy indignadas.
Si saltamos a las calles, las cortamos, enarbolamos la bandera que hoy significa civilización frente a vuestra tenebrosa propuesta, no os asombréis, estamos muy indignadas.
Si os gritamos terroristas, asesinos de niñas y niños, saboteadores de la civilización, cómplices, imbéciles, estúpidos, egoístas, no os turbéis, no os desconcertéis, somos un pueblo levantado sin patria y sin dirigentes, porque no, no sois de los nuestros, no nos representáis, sois una basura, seres repugnantes sin alma.
Si paramos la primavera,
si levantamos las ciudades,
si asaltamos los puentes,
si abrimos el mar para pasar,
si derribamos fronteras,
si abrazamos a nuestros hermanos,
O si, por el contrario,
nos detenéis,
nos acusáis,
nos ponéis frente a un pelotón de fusilamiento,
es decir, frente a los fascistas que alientan el odio.
Tenéis que saber que somos una marea, una ingente multitud, una voluntad colosal, una esperanza titánica, una descomunal certidumbre y no podréis con nosotras. No podréis, porque ya avanzamos, ya vamos, ya arrollamos a los asesinos; ya tienen la sentencia, ya los pisoteamos y somos nosotros, sí, un gentío enorme, somos “Un gran corazón que palpita extendido”[1].
Y entonces, cuando la historia recupere las páginas de la vergüenza, no nos digáis que sois de los nuestros; no vengáis a decirnos que fuisteis vosotros, almas inmundas, muertas, no; no nos digáis que hicisteis algo porque ya, ya, ya, es demasiado tarde, ya hay demasiada muerte, dolor, impunidad, tortura, no vengáis a decirnos que os salvemos, porque estáis condenados. Vosotros que os llamáis líderes, habéis abandonado al mundo y solo merecéis el destierro, la condena, el olvido.
No sabemos por qué camino nos llevará el enfado; el enfado y la rabia de ver que no importa el derecho internacional, ni los derechos humanos, ni la justicia, ni los derechos de los pueblos; no lo sabemos, porque nos duele, nos agita, nos exaspera, nos explota por dentro. No os sobrecojáis, no: es que estamos muy indignadas.
No sabemos por dónde nos llevará el enfado de sentirnos sin patria, porque es también a nosotros que nos roban las tierras, las casas, las vidas y la esperanza. Sin patria, sí, porque si no se impone la justicia y el derecho, este mundo está acabado, pues está siendo devorado por las bestias sin corazón que nos gobiernan.
Pero al cabo, donde lleguemos, será una tierra libre, la tierra de nuestros corazones, la patria de nuestra solidaridad.
Al cabo, vivos o asesinados por vuestra ignominiosa complicidad, vuestras deshonrosas y viles acciones, no nos digáis nunca que fuisteis justos y salvasteis a Palestina, porque esta misma multitud que camina llena de enfado, dolor y de rabia, os señalará con el dedo y os marcará para siempre, viles gobernantes europeos, que, si alguna vez estuvisteis con nosotras, nos habéis abandonado, no sois dignos más que para figurar en las páginas de la ignominia. Después de siglos de dominación y saqueo en casi todo el mundo, hoy seguís en la misma senda.
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