Medio Oriente. Ante el genocidio en Palestina la Asamblea de la ONU votó por una "solución de dos Estados"
Fue este viernes y está impulsado por Francia y Arabia Saudita. Aunque es una declaración no vinculante, EE. UU. e Israel pusieron el grito en el cielo.
La Asamblea General de la ONU acaba de aprobar la llamada “Declaración de Nueva York”, un texto que busca alcanzar “la paz” en la “guerra” desatada en octubre de 2023 y revitalizar la “solución de dos Estados” para el histórico conflicto entre Israel y Palestina. El documento, impulsado por Francia y Arabia Saudita, obtuvo el apoyo abrumador de 142 países, 10 en contra —entre ellos Israel, Estados Unidos, Argentina y Hungría—, y 12 abstenciones.
Muchos presentan la declaración como un respaldo global a los derechos palestinos, y tanto el Estado de Israel como su aliado estratégico Estados Unidos la rechazaron como favorable a Hamas y a la continuación de la guerra. Sin embargo, el texto es engañoso y en última instancia favorable a Israel, ya que señala que Hamas debe rendirse, entregar las armas y renunciar a seguir gobernando la Franja de Gaza, así como tomar parte en las negociaciones sobre los “dos estados”.
Según la declaración, tras la capitulación de la milicia palestina, el gobierno pasaría a manos de la Autoridad Palestina (que gobierna territorios en Cisjordania) y de la propia ONU que enviaría tropas para resguardar “la seguridad” tanto de Israel como de los territorios palestinos. También hay que aclarar, que las resoluciones de la Asamblea de la ONU no son vinculantes y tienen más bien un rol simbólico, de intensión política, ya que las decisiones las toma el Consejo de Seguridad donde las principales potencias imperialistas como Estados Unidos, tienen poder de veto.
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Puede resultar llamativa la votación de varias potencias imperialistas como Reino Unido, Francia, Canadá y Australia, que hasta hace poco defendían a capa y espada las masacres que comete Israel. El cambio se da a partir de que en los últimos meses se terminaron de caer las máscaras con las que Israel pretendía disfrazar el genocidio y quedó perfectamente claro que la intensión del gobierno sionista es consumar la limpieza étnica. La utilización del hambre como arma de guerra, el bombardeo de escuelas y hospitales, las órdenes de evacuación masivas, el bloqueo de la ayuda humanitaria entre otros tantos crímenes de guerra, han ido erosionando el apoyo de varios gobiernos imperialistas al gobierno sionista de Benjamín Netanyahu.
Lo que buscan Macron, Starmer o Sánchez entre otros, no es preservar los derechos palestinos, sino reubicarse políticamente frente a amplios sectores de las masas en Francia, Reino Unido o el Estado español, que repudian el genocidio en curso y salen a las calles a enfrentarlo. Declaran que reconocerán al Estado de Palestina en la próxima cumbre de la ONU (del 22 al 28 de septiembre en Nueva York) pero no toman ninguna medida medianamente seria para detener el genocidio como podrían ser la ruptura de relaciones diplomáticas o aplicar sanciones económicas.
Estados Unidos, como siempre, fue la voz cantante de la impunidad para el genocidio. No solo votó en contra, sino que impidió que el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás, viajara a Nueva York a presenciar la Asamblea. Hay que señalar que Abás y su movimiento (Al-Fatha / OLP) desde los Acuerdos de Oslo de 1993 reconocen al Estado de Israel, impulsan la solución de dos estados, y son considerados por muchos palestinos como colaboracionistas de la ocupación, por lo que en 2006 perdieron las elecciones en la Franja frente a Hamas y en Cisjordania están muy desprestigiados.
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Demás está decir que Estados Unidos seguirá usando su poder de veto en el Consejo de Seguridad para bloquear cualquier medida real contra Israel que eventualmente se propusiera en ese organismo. De esta forma, aunque las declaraciones de la ONU son importantes a nivel diplomático o político, su rol se limita a reclamar que no se cometa genocidio y enviar médicos, alimentos e insumos médicos (que desde hace meses son completamente bloqueados por Israel) para paliar la situación de crisis humanitaria, pero sin imponer sanciones, sin romper relaciones, sin aislar internacionalmente al perpetrador del genocidio.
Bajo el gobierno de Milei, Argentina quedó apoyando el genocidio
Mientras tanto, Argentina volvió a quedar al margen de la mayoría de la comunidad internacional, alineándose con la minoría de países arrastrados de Estados Unidos e Israel. Votó en contra de la declaración negando el elemental reconocimiento a un Estado palestino en una pequeña porción de lo que fue su territorio histórico. No es la primera vez: en mayo de este año hizo lo mismo ante una resolución que pedía el ingreso de Palestina a la ONU como Estado miembro (hoy tiene estatus de observador).
En 2010 Argentina reconoció a Palestina “como un Estado libre e independiente, dentro de las fronteras existentes en 1967”, según oficializó el entonces canciller Héctor Timerman. Fue uno de los primeros países de la región en dar ese paso diplomático, abriendo representaciones diplomáticas mutuas y apoyando el derecho palestino a la autodeterminación, aunque el gobierno kirchnerista nunca rompió relaciones con Israel ni aplicó sanciones económicas, por ejemplo con distintos negocios que tienen empresas israelíes en Argentina.
Hoy, el gobierno de Milei niega el genocidio y se abraza a las banderas del sionismo. De la retórica del gobierno anterior —que apoyaba la “solución de dos Estados”—, se ha pasado a la complicidad abierta con la limpieza étnica en Palestina.
Una resolución simbólica para un proyecto utópico
Como dijimos, la resolución aprobada no solo no cambia la situación actual en el terreno, sino que, por el contrario, funciona como apoyo indirecto a Israel al poner la mayor responsabilidad en Hamas. Presentado como una “hoja de ruta única”, pide un alto el fuego inmediato y la liberación de rehenes (no así de los miles de presos palestinos en cárceles israelíes), al tiempo que excluye a Hamas de negociaciones futuras, exige su desarme y dejar el control de Gaza a la Autoridad Palestina bajo supervisión internacional con el despliegue de una “misión temporal de estabilización” en Gaza, con el supuesto fin de proteger a la población civil y “fortalecer” las instituciones palestinas. Por supuesto, no se plantea una ruptura con el Estado genocida de Israel que ya asesinó a más de 60.000 personas y forzó el desplazamiento de cientos de miles; ni sanciones de ningún tipo; nada de exigir el fin de los asentamientos ilegales o la ocupación de Cisjordania.
Al mismo tiempo que transcurría la Asamblea de la ONU el gobierno de Netanyahu decidía acelerar la expansión de los asentamientos ilegales en Cisjordania y continuaba los bombardeos sobre Gaza la que por estos días emitió una orden de evacuación para cerca de un millón de personas que sobreviven en esa ciudad.
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Por otro lado, la “solución de dos Estados” es irrealizable e injusta. Irrealizable, porque Israel ya dejó muy claro que nunca aceptará un Estado palestino; el primer ministro Netanyahu lo dijo recientemente: “No habrá un Estado palestino”. Por otra parte, la expansión de las colonias ilegales y el “muro del apartheid” que Israel construyó hace años, hacen impracticable una división incluso sobre las “fronteras de 1967” (en las que ya Israel se había anexado a sangre y fuego grandes territorios que debían ser palestinos según la resolución de la ONU de 1947). Injusta, porque no parte del hecho de que hay un Estado colonialista/imperialista que se apropió y se sigue apropiando del territorio histórico palestino a base de una limpieza étnica sistemática a lo largo de décadas, que hoy ha dado un salto con el genocidio que estamos presenciando desde 2023.
Con la solución de dos estados, si es que fuera posible, dejaría al pueblo palestino (a quien nunca se consultó sobre la partición de su territorio en 1947) con poco más del 20% del territorio histórico en el mejor de los casos, sin derecho real al retorno de los millones de palestinos que debieron emigrar, sin desmantelar el régimen de apartheid que viven en Cisjordania, ni juzgar a los criminales de guerra del gobierno sionista. Ni siquiera se prevé una mínima consulta democrática al pueblo palestino.
La única solución es una Palestina libre y laica donde puedan convivir en paz palestinos y judíos, desde el río hasta el mar, para lo cual será necesaria la confluencia de un fuerte movimiento antiimperialista internacional (como empieza a suceder en varios países con las movilizaciones y otras acciones contra el genocidio) con la lucha revolucionaria de la clase trabajadora de los países árabes, incluso en contra de sus propias burguesías y gobiernos que en los hechos colaboran con Israel. También será necesaria la unidad entre el pueblo palestino y aquellos trabajadores judíos que rompan con el sionismo y enfrenten la política de limpieza étnica y apartheid. Una palestina laica y libre donde puedan convivir en paz árabes y judíos es mediante la lucha por una Palestina obrera y socialista, como parte de una federación de Repúblicas socialistas de Medio Oriente.
En ese camino, hay que redoblar la movilización a nivel internacional, exigiendo el fin del genocidio y la entrada urgente de ayuda humanitaria, movilización de la cual la Flotilla de Solidaridad con Palestina, es actualmente la avanzada que expresa el apoyo de los pueblos del mundo al pueblo palestino.
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